DETERMINACIÓN Y CORAJE
Ante
el paso inexorable del tiempo, la Historia ha dado grandes nombres a la
Humanidad. Grandes figuras que son capaces de movilizar a su nación o parte de
ella por una causa. Son líderes natos, que destacan sobre el resto. A veces la
causa es justa, a veces no. A veces depende de quién lo mire. Pero lo indudable
es que se trata de personas que, por su fortaleza de espíritu, por decirlo de
alguna manera, se convierten en el pilar que sujeta toda la estructura de su
comunidad. No siempre son los más inteligentes, ni los más grandes, lo que les
hace especiales es su espíritu inquebrantable ante la adversidad. No siempre son
personajes célebres, algunos son héroes cotidianos que sólo conoce su familia o
sus amigos. No siempre son reconocidos. No siempre tienen éxito.
Hoy
quiero hablar de una de esas personas. Un hombre que sirvió de guía a su
país en sus horas más aciagas. Nunca en la historia, su país estuvo más al
borde del abismo, y él fue el único que supo mantenerlo unido y llevar la
esperanza allí donde ya sólo quedaba desesperanza.
Avisó
desde el principio del peligroso auge de los fascismos, de la tiranía
estalinista, así como del preocupante debilitamiento de las democracias frente
a estos. Firme opositor a la política de apaciguamiento y cesiones que estaba
llevando a cabo el siempre confiado y conciliador Primer Ministro Neville
Chamberlain, ante un cada vez más agresivo Adolf Hitler.
Ante
el fracaso de las políticas de apaciguamiento, nuestro hombre, Sir Winston
Leonard Spencer-Churchill gana peso en la opinión pública británica. Cuando en
1940 se suceden las derrotas y Francia cae ante los alemanes, Gran Bretaña se
encuentra sola y en clara inferioridad frente al todopoderoso Tercer Reich. Son
“days of sorrow” (días de dolor), y el
Reino Unido es el único país que está luchando contra el nazismo. Todo era
desfavorable a los británicos, y muchos pensaron que no quedaba más alternativa
que claudicar.
Pero,
cuando el nuevo Primer Ministro, Sir Winston Churchill, se dirigió a la
Nación desde la Cámara de los Comunes, proclamó: “Lucharemos en las playas, lucharemos en los campos. Jamás nos rendiremos. [...] No tengo nada que ofrecer, como no sea: esfuerzo, sangre, sudor y
lágrimas” y así, con su brillante oratoria, su confianza en la victoria y su férrea capacidad de liderazgo,
logró que todo el pueblo británico se movilizara. Plantaron batalla, y juntos, cambiaron el curso de la Historia.
Es
complicado, pero no muy difícil imaginar lo que podría haber pasado si Gran
Bretaña se hubiera rendido en lugar de resistir, pero resistió. Y así, un año
después también luchaba la URSS, y después lo hacía EE.UU. Ya no
estaban solos.
Visitó
incansablemente a sus soldados en el frente y levantó la moral con su famosa
“V” de victoria, su eterno puro y sus brillantes discursos.
En
referencia y agradecimiento a los pilotos de la RAE que lucharon y murieron en
la Batalla de Inglaterra y evitaron así una derrota casi segura, dijo la
célebre frase: "Nunca en la historia de los conflictos humanos, tantos le debieron tanto a tan pocos."
La
guerra trajo, como vaticinó Churchill, sangre, sudor y lágrimas pero la
victoria llegó al fin. Quedó un país agotado por la guerra, pero libre y eternamente
agradecido a aquel que supo guiarles cuando la razón decía que no cabía la
esperanza.
El
24 de enero de 1965 fallece en su residencia del 28 de Hyde Park Gate a
los 90 años de edad. El Presidente Kennedy dijo de él al nombrarle ciudadano
honorario de los EE.UU.: “Ninguna
declaración o proclama, pueden enriquecer su nombre ahora. El nombre de Sir
Winston Churchill, es ya una leyenda.”
La
mañana del 25 de enero de 1965, los británicos se levantaron con la noticia: “Sir Winston Churchill- The Nation Mourns-“
(La Nación Llora), “Day of Sorrow” (Día de Dolor). Toda una nación salió a
las calles a despedirle, a mostrarle su respeto y rendirle sincero homenaje. En su
funeral sonó el himno “I Vow to Thee, My
Country” (Me comprometo a ti, mi país), que junto al “God Save The Queen” es el principal himno británico que suena en
ese país en las ocasiones más emotivas y de mayor solemnidad, como ocurrió también
en el funeral de la princesa Diana de Gales.
A
continuación comparto un vídeo que muestra la despedida que brindó el
pueblo británico a uno de sus más célebres conciudadanos. Todos, desde los más
mayores a los más jóvenes, la nación entera, en un silencioso respeto y llena de emotivo agradecimiento:
"Cuando las
personas se quejan de las cosas que tienen, se olvidan de que ha tenido que
morir gente para que ellos puedan disfrutarlas"
Sir Winston Churchill
"I Vow to Thee My Country" traducida (pinchar en el enlace).
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